lunes, 28 de febrero de 2011

Hablé con él



El viernes hablé con mi cuerpo...como nunca antes.  Hablé con el porque me sentí enferma, atropellada por los vicios y la melancolía.  Por medio de pellizcos y sensaciones raras me advertía que a nadie le compré mi vida y que las horas y los días pasan sin garantías.  Si he de estar moribunda, tendré que tener salud para proseguir con el plan de vida, algo contradictorio, aburrido, pero sensato. Regresé a casa como una anciana que solo espera prepararse un te y acostarse a dormir.  Recordé el órgano (humano o animal) que se sarandeaba por las cabezas de  la multitud de Bogotrax en el septimazo.  No pude comprender qué hacian unos malabaristas arrojando esos órganos, y tampoco comprendí por qué tuve la suerte que cayera a mi lado rozándome el pantalón.
El viernes no tenia ruido cuando habitualmente siempre lo tiene para mi.. Abrí mi libro (Los detectives salvajes) y me hastié de solo leer descripciones de escenas sexuales (algo que ya considero cliché en la literatura) pero supongo que no es por culpa de Bolaño sino por sentido que le siguen dando a ese tipo de escritura y peor aun, que los escritores nuevos reproduzcan ese lenguaje.  Cerré el libro y pensé y pensé...Sólo podía sentir tranquilidad...ahi encerrada en mi cuarto un viernes en la noche como en los viejos tiempos...Ahí sola, conmigo misma sin una gota de alcohol...Ahí sola con mi corazón, sin evadir y sin sonreír..

Abriendo los ojos en la mañana por causa de los ruidos de mi hermano, sentí un pequeño pellizco en el abdomen parte superior, le susurré que me he portado bien y que me dejara dormir, cuando cerré los ojos me pregunté recordando las desgraciadas relaciones humanas "¿qué hice de malo?".  Mi cuerpo habló de nuevo "yo me preguntol o mismo cuando pienso en ti"...

miércoles, 9 de febrero de 2011

Chemical brothers


Cuánto daría por ser miserable, por antojarme de la manía de caminar, respirar, reir y pensar en la practicidad de los asuntos que contribuyen a que el neoliberalismo prosiga. Ser una solamente con el esquema que leí detalladamente antes de pagar la matrícula hace 4 años... y usar la vagina como socialmente se consideraría correcto. Respetar a la naturaleza, no es sólo reciclar, sincronizar el carro, no talar árboles, sino que también consiste en apreciar el milagro de la química, y su representación en nuestro cuerpo, cosa que siempre ignoré y de la cuál me tomo el atrevimiento de refutar con argumentos 'humanistas' que el espíritu es la razón de ser de la biología  así como el carro chocón necesita de una energía invisible que está en el techo para funcionar.

La química, estoy segura, ha dado la oportunidad de sentir descargas eléctricas que nos producen placer, odio, "amor", tristeza, pero ésta última según mi percepción es una tristeza que se produce por:  el hambre, el guayabo, el querer salir del trabajo y no poder., anemia, anorexia, depresión por consumir medicamentos fuertes...En cambio, la tristeza proveniente de el pensamiento, de la imaginación,  del mundo de las ideas (Platón) es una tristeza que evolucionó con el deseo de pensar que hay algo más allá, una razón de vivir, que somos más grandes de lo que podemos imaginar. (tristeza por el desamor, el rechazo de un hijo, frustración por no haber podido ser perdonado por un enemigo, tristeza por haber  perdido la nacionalidad de su país natal)...Pero los totazos existen y existen porque nuestra condición de seres vivos, que nacemos, nos reproducimos y morimos,  nos los ofrece.    

A veces pienso que no soy yo la que estoy escribiendo esto, que otro se ha metido en mi para llevar a cabo un plan para cambiar la mente de los humanos  'humanistas', pero si lestoy tan segura de que la mente y nuestro ser es tan grande, entonces también hay cabida para pensar que lo que digo es una posible verdad.

martes, 8 de febrero de 2011

Ráfaga


La W, la puerta cerrándose, el sol dejando huellas desde atrás, sintiéndose en el frío, Melodía Estéreo, el tirutu tirutu del noticiero, esta silla incómoda, la nevera llena de comida, ese recuerdo de hace muchos meses, el celular con la pantalla vacía, el cliché del cuerpo pidiendo licor, mi guitarra sin el cable encima del amplificador, el video chistoso de la señora en el Cable de Medellín, una carcajada, un espejo, una espera, una maldita incertidumbre, las miles de preguntas, mis lágrimas que se rehúsan a salir porque me daría vergüenza, el recordar por qué iba a llorar, los anhelos, los anhelos de tener lo que aquel/ella imbécil sí tiene, el no valorar ni la respiración, el arrepentirse debajo de las cobijas, la manía de mirar el techo de madera a oscuras, la manía de  dormir pa soñar, el bus que no quiero cojer, el equilibrio que pierdo en ellos, los ojos bonitos de aquella, el cansancio de existir con todo y con nada en un rincón del alma, la niña de la casa, las almas sapiens sapiens flotando, mi cuerpo amañado con  la comodidad,   La Candelaria, el hostal cerca a La Salle el jugo de zanahoria con el libro de turno, la mozarella y pesto, el no querer quedarme en la calle 12 con 1°,  Cine Club El Muro a las 7 pm y yo con el corazón roto, el árbol desde el cuál me burlé de de esa belleza, el porro fumado dentro de una zanahoria, Fontibón y las 2 am,  el anciano coqueteandonos, la fortaleza que ni el Absoluto nos podía quitar,  más anhelos, más anhelos,  la paz de imaginarnos poder hacer algo, la camioneta de La Policía, tu bicicleta, nuestros puños y patadas en El Virrey a las 6 am, Pablo VI, Chicó, Mármara y los cocteles que hacían imaginarme cómo sería si x cosa sucediera, lo de siempre, cuando nos tiramos boca arriba para mirar las estrellas en la callesita esa de la Calle 59 con 13 al frente de Iguana Bar, cuando metimos la cabeza en ese parqueadero, la perseguidera por el corredor del D, los Kinder Sorpresa, las manos sudadas, los poemas tontos, La casa de los espíritus,  el pasado perfecto en el cuaderno verde de animalitos, ese día que se fue junto con tres horas y tu, Wok y luego Cienciología, las cervezas con Led Zeppelin, Los ancianos extranjeros en El viejo almacén,  el querer despedazar a alguien o a algo, la recaída hepática que no dejó huellas, los discos de acetato y la tornamesa en esa casa ostentosa del barrio San José de Bavaria,  tus llamadas cuatro veces al año,  Feelings de Morris Albert por coincidencia, la sensación de los días que se van y recordar, como si no hubiera un futuro al cual cuidar y del cual esperar algo mínimamente palpable...