Muchas veces he comprobado que cuando se es melancólico, la felicidad es mucho más valorada en los momentos en los que se hospeda en nuestra mente. Creo que por eso la gente es adicta a la tristeza, porque saben que en algún momento llegara una ráfaga de bienestar o felicidad como se quiera llamar y generará un equilibrio interesante donde no es 50-50 sino que de sorpresa, ese constante 75 de tristeza es violentado por un 50 de felicidad entonces la balanza se desequilibria momentaneamente inclinandose a la felicidad, por lo tanto ese equilibrio no es constante.
Creo que la melancolía es el amor por la fragilidad y por la quietud tanto física como mental. La felicidad es el amor por la hiperactividad y por el placer de ciertas experiencias. Pero no somos conscientes de cuando tenemos estos dos estados cuando su estadía en la mente dura un buen tiempo. Ejemplo: el que es feliz no sabe que es feliz. El que es depresivo niega serlo.
Tocaré un punto que creo importante: cuando alguien hace alares de que es depresivo o que es muy feliz es porque realmente no lo es y sí en cambio, es sólo el anhelo por tener esa condición que todavía no está en su ser. Por eso los lapsos largos de tiempo nos hacen perder la conciencia de lo que hay dentro de nosotros.
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