martes, 17 de abril de 2012

Que me prohiban

Ya no me gusta ver ni oir por todo lado recriminaciones hacia los que prohiben.   No es original, y aparte, es desagradecido.

No imagino cómo habría sido esa mañana de algún mes y día de 1997 si en la cancha de boleivol, hubieramos llevado nuestras respectivas cervezas y cigarrillos en bolsas de la Olímpica en las manos, mientras que las profesoras, sonrientes, daban la órden de subirnos a la ruta rumbo a las afueras de Bogotá para la convivencia anual.  

Cuál habría sido el vértigo? o dónde se habría ubicado en algún rincón de nuestro emisferio, la emoción por estar dando un paso en falso pero igualmente fascinante?  No habríamos pensado en nada. No habríamos tenido el beneficio de subir a la ruta con el corazón galopando salvajemente y queriendo desistir sin poderlo hacer. Y peor aún, nunca habríamos sido verdaderos adolescentes.

Cuando veo películas sobre represiones sociales, me conmuevo al notar que las caricias prohibidas en los baños de los colegios de curas, con su posterior castigo, fueron, el motor original para luchar por aquello que se deseaba.  Gracias a las negativas y a los lavados de cerebro con moralismos peligrosos, esque las consciencias pudieron aflorar y despertar.  Adicional a esto, podría pensar también en ese vacío actual que existe al no tener una represión como las que habían antes, en las dictaduras latinoamericanas por ejemplo.

Qué decir de las épocas en las que la novia planeaba durante horas cómo iba a ser su escape de la casa para verse con su novio un par de horas, yendo descalza hacia el balcón, sudando, temiendo y sobre todo amando a ese jovencito en el que puso toda su fe.  Lo lograban.  Se veían.  Pero cuando sus papás se daban cuenta, pasaba, que si no eran correazos, era una cátedra que la ofendía y que tocaba las fibras de su corazón.  Luego de eso, era usual que escribiera en su diario el desgarro  y la piedra que podría sentir y de paso una carta para su novio, la cual enrrollaba en una piedra y la lanzaba a una hora acordada por la terraza.

Es verdad que muchos dirán que qué habrá quedado de todo eso sino dolor y frustración? Es cierto, no niego que es como si uno se hubiera quedado flotando en una canoa con la marea baja y sin ningún motivo para seguir avanzando luego de tantos años.  Podría decir en entonces, para defender mi idea, que esas heridas fueron la ratificación que algo había dentro de mi en lo cual insistir de manera inocente y temerosa.

Hoy no miro por la ventana a las 3 am pensando en que he durado casi 24 horas sin hablarle, ya que está el Facebook y podemos hablar así sea torpemente. Puedo al menos saber qué opina, qué hace virtualmente sin que se esté dirijiendo a mi. Pero antes, solo quedaba imaginar y desear y fumarse a los trece años una cajetilla entera de cigarrillos y ver películas en la "perubólica"e imaginar que así queria mi historia de amor con ese ser.  Hoy en día todo es un vómito, es decir, un revuelto de cosas, de bandejas de plata, de no dudas, de vértigos banales.

Hoy en día hay otra clase de mundo que fomenta los deseos, pero son deseos mareados y violentados . Ojalá hubiera alguien que prohibiera tantas cosas, para que no nos durmamos y así luchar como antes.

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