2:48 am, ESPN...Transmitían beisbol. Recordé la arena marrón de la cancha de softball del Parque el Salitre en las vacaciones de mitad de año de 1996. Mi papá yéndose o quedándose para verme jugar, ya no recuerdo. En el calentamiento le daba quince vueltas a la cancha y aunque me lamentaba por el cansancio seguía corriendo torpemente para disminuir los gritos del profesor.
Luego, nos sentábamos para escuchar las explicaciones sobre las señales que el catcher le tenía que dar al pitcher que consistía en múltiplos. Yo agachaba la cabeza negándome a hacer el ejercicio. En esos minutos eternos, pese a que yo seguía viendo el cielo azul, un recuerdo se cayó o surgió del infierno; el mundo seguía e iba a seguir con o sin mi a las buenas o a las malas como sucedió en ese salón de clases sin nadie a mi lado y con mis lágrimas empapando el cuaderno en el que solo veía números escritos con un lápiz sin tajar y una profesora que con una paciencia reforzada aguardaba mis deberes.
Luego, nos sentábamos para escuchar las explicaciones sobre las señales que el catcher le tenía que dar al pitcher que consistía en múltiplos. Yo agachaba la cabeza negándome a hacer el ejercicio. En esos minutos eternos, pese a que yo seguía viendo el cielo azul, un recuerdo se cayó o surgió del infierno; el mundo seguía e iba a seguir con o sin mi a las buenas o a las malas como sucedió en ese salón de clases sin nadie a mi lado y con mis lágrimas empapando el cuaderno en el que solo veía números escritos con un lápiz sin tajar y una profesora que con una paciencia reforzada aguardaba mis deberes.
Después, con los ojos clavados en el pasto, que ya no era pasto sino un parche negro de vergüenza, captaba cómo los demás muchachos resolvían sin espera los múltiplos del número que el profesor pedía, pero mis demonios no me permitían evocar ni un gramo de practicidad en la mente. El miedo me abrazaba y el profesor ya no desataba sus gruñidos en mi.
Mi papá, con camisa y corbata, y un periódico que leía, parecía echar curiosas miradas al campo de juego. Sé que se daba cuenta que yo tenia pavor, que el mundo me pesaba; las señales, los códigos, las palabras....El sabía que yo estaba lejos, queriendo jugar softball pero lo suficientemente débil para desistir e irme a mi cuarto a pintar en mis cuadernos con los ojos muy cerca de las hojas.
¿Cómo una simple transmisión de un partido de beisbol puede llevarme de vuelta a tantas cosas Nickelodeon en 1996 constituía lo que hoy en día es el aguardiente para mi; una falsa motivación. Quise jugar softball porque alguna vez lo vi en un programa en ese canal y en la vida real fue muy diferente. Pedí perdón al cielo azul por no haber estado a su altura y no haber interpretado una sonrisa valiente. Ahora, todas las imágenes remiten y constituyen analogías... Quisiera desconectar todo...Las visiones son atrevidas.
¿He vuelto al origen? Esta madrugada, la ranura que dejó la cortina mal cerrada me hizo dudar... Acostada soy alguien que escucha a sus propios demonios y que le abre las puertas a las preguntas que por más sentido que les quiera dar, siguen en su burbuja maldita. Una televisión interiorizada en un camino de herradura y unos ojos que por más que se esfuerzan para no ver, se abren y recuerdan. Recuerdo eso, los recuerdos. Los deseos son la capacidad de ver. La arena café cobija los curriculum vitae. La bola de beisbol; lo que a veces deseo. Mi papá; la ranura de la cortina. Yo; yo...Qué triste, y tan corta la palabra "yo"...
Todo aquí se trata de símbolos, de cosas que remiten a escenas poco gratas del pasado, y éstas en vez de transformarse dentro de ese pasado, son estáticas ( es al revez de lo que pasa con los deseos de cosas bonitas que ya pasaron) Son imágenes fijas y que hoy en día las transformo a lo que quiero pero que por lo general solo se pueden transformar en el presente como un dolor más profundo y nunca como algo bonito.
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