lunes, 7 de noviembre de 2011

Calle 134 No 47A-21



Doce años, no tan linda y muy tímida. En la primera parte de este Sofá, conté que para enamorar al 'mono' subia en el ascensor por los parqueaderos y le dejaba cartas anónimas. Pero para recordar de manera más fiel también hacen falta planos físicos, así nada escape. Regresé un domingo en bicicleta

En las noches, los unicos ruidos externos eran los de los carros que ingresaban al edificio,  del tráfico lejano que dejaba sus ondas de sonido en el aire y de los perros que cuidaban los amplios lotes de San Rafael...  Ayer vi como la nueva infraestructura arrasó con muchas cosas de aquel tiempo, en el que sola recorría el silencio del barrio. Ayer, con mi cabeza metida en las rejas, volvi a verme a mi, sentada al frente del gimnasio, esperando a que el 'mono' cumpliera la cita que le propuse. Me vi con un buso rojo...con el mismo que use para los chocolates. Me vi y senti de nuevo los minutos que con agresividad pasaron lentos, porque el el nunca llegó a la cita.  En ese lugar, cuadra, barrio, vi como nacieron mis fantasmas y cómo los adopté para que vivieran en mi vida.

Al frente de la calle 134, recorde que desde el piso 11 calleron al piso miles de hojas que hice con un corazón y un letrero que decia que amaba a 'x' persona que no era el 'mono'....Debieron haber caido muchas al parqueadero y al pasto de la hacienda...Si las hubiera arrojado ayer, habrian caido al asfalto con la amenaza de las llantas de los carros y algunos jovenes que las habrian leido con burla y desprecio y hubiera sido por algunas personas del barrio tema en Twitter.

Quien dormirá en el cuarto donde fabriqué tantas cosas?...donde dejaba humo de cigarrillo, alegandole a mis papás que los del humo habian sido los vecinos...y una cerveza Polar que yació varias semanas debajo de mi cama. Rap, pop, rock....sueños, rezos extraños, bombillo azul, novelas mexicanas, peliculas en PPV (pague por ver) cuadernos regados por el suelo llenos de dibujos, lágrimas que ya se debieron extinguir en el tapete, afiches de grupos de pop, la tabla ouija escondida en el closet, yo viviendo la vida de mis personajes que dibujaba horas y horas diarias, el computador en el estudio que solo se utilizaba para Word o Excel. Quién y cómo dormira en mi cuarto?...

En las noches me gustaba no cerrar la cortina para poder ver cómo la Luna brillaba en mi cuarto. Mis papás decian que era malo para la piel. Luego al otro dia, tras haber trasnochado y sentir los habituales sintomas de una posible anemia, abría la ventana por órdenes de mi mamá, para ventilar el apto, pero los fuertes ventarrones me hacian desistir. Luego, escuchaba el carro de los helados la Campiña y bajaba a comprar cono de dos bolas. Una vez no tenia dinero y lo convenci para que me vendiera una galleta a 200 pesos. El viejo aceptó a regañadientes.  

Habia muchos moscos, picaban por la noche los que son de tipo ruidoso, que parecen estar tan cerca pero imposibles de atrapar. Las vacas que se veian en la hacienda no se movian, solo masticaban. Los edificios crema con rojo del barrio Spring que se divisaban desde la ventana de mis papas me hacian estremecer, imaginandome a mi otro amor x bajandose del bus del colegio. Cuando yo no iba al colegio por estar enferma o inventarme estar enferma, me paraba en la ventana a las 3 pm a ver su existencia bajarse del bus, casi como una cita, un ritual que duraba insignificantes segundos, suficientes para hundirme en la más agobiante enfermedad, la de querer.

El viento sonaba mucho... Me fascinaba el comercial de Sprite, que era como una especie de rap -hip hop. Mi papá me compró una patineta y nunca aprendí bien. En el árbol de navidad la mayoría de regalos eran para mi. Quince años después mi mamá me comenta que fueron épocas de crisis económica y de depresión emocional de parte de los dos. Yo jamás lo noté.

Cuando nos regresamos de nuevo a este prestigioso barrio, le escribí una carta de despedida al apto, eran seis hojas tamaño carta pegadas con cinta de enmascarar. La carta se perdió. Nunca volverá a haber una bienvenida. Las cámaras de seguridad me vigilaban celosas. Si supieran cómo pertenecí a ese lugar más que nadie.

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