domingo, 25 de marzo de 2012

Otra vez la hipocondría

Soy hipocondriaca o al menos estoy a punto de reafirmarlo.  Tengo dolores en los ovarios, en el hígado, entre otras partes,  pero no son dolores constantes ni  se representan en mi piel o en mis ojos o en mi materia fecal. Puede que no sea hipocondriaca y que por el contrario esté siendo víctima de una enfermedad sigilosa, y prudente, y más grave aún, que la ñapa sea incertarme la hipocondria, como salida fácil y consuelo ante la llegada de ese Samael biológico.

Voy al médico y luego me entregan los resultados y resulta que casi todo está en perfecto estado.  Aquellos pensamientos que en ocasiones llegaban a transformarse en un convicciones sobre un cáncer, una falla en el cólon, un tumor, cálculos etc...se derrumban gracias a esa corriente positivsta.  Pero entonces, aparte de sentir un alivio temporal, empiezo a pensar en los efectos psicosomáticos.   Yo le tengo miedo y admiración a las mentes, por esa misma razón temo empezar a pensar en el cáncer como pensar en almorzar porque entonces mi mente empezará a comerse el cuento de que hay un cáncer ahí metido, y que la cuestión se haga realidad.

Aglomerando esas conclusiones típicas de una mujer atemorizada, melancólica pero inevitablemente feliz como yo, se sitúa en mi modo de vivir, la idea de la muerte, hasta en los días de cerveza y sol más bonitos.  A veces pienso en que la vida me ha tratado de dar demasiado y que yo, con mi torpeza y mi pereza para sobrellevar los premios y los trampolines, caigo sentada y el miedo se apodera de todo... Me siento enferma y débil y sobretodo avergonzada, ya que no estoy enferma según los que se mataron seis años en una carrera que no da tiempo pra la vida social ni familiar... 

Gracias a una alcancía de barro que compré, pude ahorrar y comprarme una bicicleta y así sentir que mis piernas se pueden accionar (porque no soy buena para bailar ni para caminar).  Es rico cómo libero endorfinas en compensación a una vida sexual que está pasando por momentos críticos.  Me pongo los audífonos y empiezo a pensar pendejadas, y la vez, con una excelente coordinación de sentidos (en compensación a la precariedad con la que manejo mi vida profesional) respeto las señales de tránsito para no morir tan joven.  Puede que yo no capte un "te quiero como amiga" pero si capto el significado de los colores de los semáforos.  Soy hipocondriaca pero no tengo esas prevenciones insoportables de las mamás, que asumen que todo es peligroso y malo, pero tampoco me las doy de hippy y de punkera mala. De punkera solo tengo la cresta y nisiquiera, porque me estoy dejando crecer el pelo de nuevo. 

Les iré contando cómo transcurre mi hipocondría. Por ahora, una bicicleta está dandole sentido a mi cuerpo... y se ha vuelto una amiga, algo que jamás imaginé, ya que las bicicletas siempre me reflejaban los domingos jartos de ciclovia y la gente ñera que pealea en gallada con las bmx.  Es blanca y le he comprado luces y un candado para que los triplemalparidos choros al menos les tome un poco más de tiempo robársela.


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