lunes, 21 de diciembre de 2015

Conmemoración poco clara

Ya casi es 27 de diciembre...Bogotá tenía un sol envidiable, como sólo pueden ser los soles de aquí. Pero esa fue la noche a la que más le temí del 2014...
La ingenuidad empezó a incubarse en el momento en que empecé a saludarte y a hacerte parte de mi vida...El sol de Tampa me engañó, me arropó y me llevó de la mano. Habían dos gatos siameses en la entrada de la casa grande ochentera. Desperté en la camioneta con el miedo, con la amargura. Me repuse pasadas las horas y volví a pintar sobre las amplias playas el camino a mi encuentro contigo. Un mago y pirómano australiano deleitaba a los turistas y paseadores.Yo quería cerveza pero Estados Unidos habla en serio en cuanto a normas...Le creí al sol todo...

El avión aterrizaría de vuelta, pero no yo...En Bogotá miraba mis gomitas de halloween con forma de esqueleto...Mi ciudad estaba fría y sentía que si abandonaba el sueño moriría sin derecho a volver a la vida. La única mentira que hubo no fue la de mis sentimientos, fue la del escenario. 

Cuando era niña y veía el teatro del colegio tan bien decorado y ambientado temía en lo más profundo si mis padres faltaran. Faltaste tu ahora...
Luego, Capurganá me enseñó la belleza de los tonos grises del Caribe, de las selvas de clima cálido, de las arañas grandes que silenciosas entran a las habitaciones, de administradoras de hostales que hablan con sonrisas tímidas, y de diluvios infernales que hacen que los niños jueguen vigorosamente bajo el cielo. Medellín me recibió luego de quince años. Desayuné arepa con huevo y mientras tanto me imaginaba como sería ese pastel de papa del que me habló una vez...

El espacio y el tiempo se constituyeron ante mi vida como un cuadro de Van Gogh,´pero como nunca tuve la perspectiva necesaria para observar y sentir, todo era demasiado e incomprensible. Demasiado hermoso para luego recoger pedazos... En el bus de vuelta de mi paseo mochilero por el Golfo de Urabá, la carretera era tan oscura, el conductor tan vulgar que no pude hacer otra cosa que cerrar mis ojos para recordar los tuyos, a sentir esa ausencia que empezaba a buscar terreno para su bandera. Dos oscuridades, la emocional y la espacial...La Hacienda Nápoles, pese a que no se veía por falta de luz, la sentí terrible, una energía poco agradable...Las curvas del bus me hacían pensar en la muerte...Mi amigo dormía al lado mio..

Conmemorar es un ejercicio de valentía, más que el suceso mismo. Pararse en el pasado da derecho a que la mente agregue más emociones, más de las que hubo, y eso ya es mucho decir. Como los chilenos hacen tan buen doom metal, , nada mejor que esta pieza para recordar lo que no se debe recordar o que al menos sería obligatorio recordar con amor para seguir caminando bonito...

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