martes, 10 de mayo de 2016

Sentarse a descansar


Había recogido del Centro de Estudios Avanzados mi carta de alumna regular…Quise haberla enviado a Bogotá ese día pero me dio pereza. Pasamos por una panadería Del Pilar e hicimos unas fotos correspondientes a un post del blog de mi amigo.

Quisimos pasar por El Manolo, un bar en Güemes, generoso con los precios y en el que meses atrás había alegado algo alicorada que pusieran a Shakira. Por fortuna cambian de meseros rápido y los dueños no tienen mucha retentiva con los clientes que no van tan seguido.  Pusieron a Amy Winehouse. Las descargas de mp3 de esas canciones sonaban con más volumen que las de los demás artistas. Hicimos algunas preguntas retóricas sobre por qué hay mujeres que no les gustan los hombres. Respondí inspirada en una columnista de Soho “porque no son mujeres”. Entre risas y obviedades, masticábamos el maní. Evito el maní con la cerveza porque hace que la cerveza sepa feo, pero son ansiedades y actos mecánicos.  En el baño de El manolo siempre le pongo atención a los mensajes de amor y de amistad escritos en la puerta. Me volví a subir, a trepar en esas sillas altas, incómodas, esas que tanto nos encabronan a las chicas petisas como yo.

La noche llegó con ella. Se sentó tranquila y sonriente. Pidió una Budweiser. “Por qué a las mujeres no les gustan los hombres? Porque no son mujeres”, me puse de pie y me dirigí hacia ella. Fue la simpleza de admirar, de apreciar y quizá valiente al desafiar posibles fantasmas. Pensé que era del otro lado del océano, pero era de esta ciudad. Empecé hablándole de la cumbia que sonaba, tan distinta a la de mi país. Le hablé de la gaita, del tambor ‘llamador’ y que yo trataba que mis amigos entendieran lo que siento al escuchar la de mi país, la original. Me dijo, como si me fuera a dar una sorpresa, que había estado en Colombia y que por supuesto “mi” cumbia es hermosa. Más allá de hablar, nos regalábamos miradas que infortunadamente acortaban el tiempo; ya saben, ese efecto de la felicidad, que cuanto más se es feliz más se desmorona el tiempo, como si la envidia fuera también una características del cosmos, y de las cosas…

-Tus ojos son lindos
-já….No se por qué dices que mis ojos son lindos, los tuyos son hermosos


Como una pistolera apunté siempre a sus pupilas, atenta, prevenida, encantada. No recuerdo en qué momento apareció otro vaso para mi. Había tanta gente y tan invisible. Con suerte brillaba ese color café mezclado con rojo de la Bud.  Hablamos de avistamientos ovnis y las pausas eran para que las palabras descansaran en nuestras miradas. Como nada es casi perfecto, el telón se empezó a cerrar despacio. Con su número en mi celular me despedí. Sus mejillas eran suaves. A medida que me alejaba, sin voltear a verla ni ella a mí, sabía que ella sonreía para mi. En menos de veinte minutos llegaría su novio, aquel chico de quien estaba enamorada.

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