Había recogido del Centro de
Estudios Avanzados mi carta de alumna regular…Quise haberla enviado a Bogotá
ese día pero me dio pereza. Pasamos por una panadería Del Pilar e hicimos unas
fotos correspondientes a un post del blog de mi amigo.
Quisimos pasar por El Manolo, un
bar en Güemes, generoso con los precios y en el que meses atrás había alegado
algo alicorada que pusieran a Shakira. Por fortuna cambian de meseros rápido y
los dueños no tienen mucha retentiva con los clientes que no van tan
seguido. Pusieron a Amy Winehouse. Las
descargas de mp3 de esas canciones sonaban con más volumen que las de los demás
artistas. Hicimos algunas preguntas retóricas sobre por qué hay mujeres que no
les gustan los hombres. Respondí inspirada en una columnista de Soho “porque no son mujeres”. Entre risas y
obviedades, masticábamos el maní. Evito el maní con la cerveza porque hace que
la cerveza sepa feo, pero son ansiedades y actos mecánicos. En el baño de El manolo siempre le pongo
atención a los mensajes de amor y de amistad escritos en la puerta. Me volví a
subir, a trepar en esas sillas altas, incómodas, esas que tanto nos encabronan
a las chicas petisas como yo.
La noche llegó con ella. Se sentó
tranquila y sonriente. Pidió una Budweiser. “Por
qué a las mujeres no les gustan los hombres? Porque no son mujeres”, me
puse de pie y me dirigí hacia ella. Fue la simpleza de admirar, de apreciar y
quizá valiente al desafiar posibles fantasmas. Pensé que era del otro lado del
océano, pero era de esta ciudad. Empecé hablándole de la cumbia que sonaba, tan
distinta a la de mi país. Le hablé de la gaita, del tambor ‘llamador’ y que yo trataba
que mis amigos entendieran lo que siento al escuchar la de mi país, la original. Me dijo,
como si me fuera a dar una sorpresa, que había estado en Colombia y que por
supuesto “mi” cumbia es hermosa. Más allá de hablar, nos regalábamos miradas
que infortunadamente acortaban el tiempo; ya saben, ese efecto de la felicidad,
que cuanto más se es feliz más se desmorona el tiempo, como si la envidia fuera
también una características del cosmos, y de las cosas…
-Tus ojos son lindos
-já….No se por qué dices que mis ojos son lindos, los tuyos son hermosos
Como una pistolera apunté siempre
a sus pupilas, atenta, prevenida, encantada. No recuerdo en qué momento
apareció otro vaso para mi. Había tanta gente y tan invisible. Con suerte
brillaba ese color café mezclado con rojo de la Bud. Hablamos de avistamientos ovnis y las pausas
eran para que las palabras descansaran en nuestras miradas. Como nada es casi
perfecto, el telón se empezó a cerrar despacio. Con su número en mi celular me
despedí. Sus mejillas eran suaves. A medida que me alejaba, sin voltear a verla
ni ella a mí, sabía que ella sonreía para mi. En menos de veinte minutos
llegaría su novio, aquel chico de quien estaba enamorada.
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