La ráfaga de una turista sin mochila, sin abrigo... Fueron besos que no se han desdibujado con la rutina porque más que un recuerdo, son un refugio. Lloviznaba fuerte, y me incomodaba mi bolso. No tenía planeado fumar, porque no fumo. Me entregó una bolsa grande de tabaco junto con sus manos. Envolvió mi garganta, invadió mi cintura y yo respondía con mis dedos alborotando su pelo; torpes, amañados. Luego de resbalarse al piso por el agua de la lluvia, se puso de pie y asaltó mi pecho, pero lo agarró prestado. Yo lograba respirar porque se apiadaba de mi sonrisa. Ebria, y con una sonrisa desesperada me preguntó que cómo la había encontrado. Le respondí que simplemente la seguí... El frío sobrepasaba a mis amigos. Me estorbaba mi chaqueta de plumas. Sus dientes, y sus manos frías como la muerte, me agarraron la vida.
La deseaba tanto, que no me bastaba su presencia. Me deseaba tanto, que la vergüenza huyó asustada. Quise confrontarme en su infantilismo y por eso dejé que me mordiera la nariz, que me abordara con su conciencia desbaratada. Me hacia cosquillas. Me reí. Luego la abracé como si nos conociéramos de meses, de años. Su temperatura de anfibio.... Hacia frío de puta madre. Nada podía estar mejor.
La deseaba tanto, que no me bastaba su presencia. Me deseaba tanto, que la vergüenza huyó asustada. Quise confrontarme en su infantilismo y por eso dejé que me mordiera la nariz, que me abordara con su conciencia desbaratada. Me hacia cosquillas. Me reí. Luego la abracé como si nos conociéramos de meses, de años. Su temperatura de anfibio.... Hacia frío de puta madre. Nada podía estar mejor.
Comprendí que vivir no es de todos los días y que resucitar es el equivalente a la comida para perros callejeros, pero que lanzan desde arriba, desde el cosmos. Comprendí que debía desconfiar en la devolución de mi pecho, por eso también decidí asaltarla. Cada parte de su cuerpo la detallé con la paciencia que ella no tenía. Confronté su estado. Le ordené a sus besos esperarme. Se miró al espejo de mis pupilas. Se lamentó con un chillido de niña pequeña. Me besó porque no existía otra opción.
No se pueden seguir los pasos de los ciudadanos del mundo....¿Qué habría pasado si....?... Vuelvo a citar a Laika y los restos de su espíritu en el espacio....Los besos se van, el refugio queda intacto. Muchas veces sólo se que hay té o café en la cocina. Esa es mi única certeza.
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