Lo útimo que me queda es agonizar en mis últimos días con la mirada de un perro a mi lado...y así comprobar que quizá fueron lo único superior en mi existir. Hace unos diecisiete años, embarrada y acalorada divisaba a unos cuantos caminar a mi lado en silencio mientras yo hablaba con mis pensamientos, a ratos en voz alta, pero ellos seguian oliendo y caminando, sin preguntar perrunamente hacia dónde me dirigía. El sol se escondía, y ese habitual pensamiento de las mujeres caminando con extraños nunca iba a llegar. Ese que dice así "Ojalá sean de confiar, tengo que regresar ya a mi casa no ahí sea que estos tipos me hagan algo". Me detenia y y acariciaba la cara de alguno dandole un beso en la parte superior del ocico, y ahí fue cuando uní mi vida y mis ojos a su existir. Ver cómo comparten sus pisadas con las nuestras, cómo se acuerdan solo de nuestras caricias y sentir que no tienen espalda para nadie... Ayy Dioses imaginarios! con sólo acariciarlos y abrazarlos no basta. Los perros, son lo que le queda al mendigo.. al empresario.... y a mi.
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